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En política, ayer sigue siendo hoy

por el príncipe de las mareas

Cuando Zp no tiene nada que hacer mata moscas con el rabo, ahora le ha dado por tocar el tema de la jubilación.

Está demostrado que las decisiones importantes, las reformas necesarias o cualquier acontecimiento que se vaya a acometer, deben contar con el sosiego de espíritu necesario y la obligada claridad de ideas. Una reforma de calado como lo debieron ser las reconversiones de la siderometalúrgia o astilleros, solo supuso una desmantelación del poco tejido industrial que tenía este país (vamos que no hemos dejado ni para tejer unos calcetines). Zp pretende reformar la edad de jubilación. No se trata de alargar dos años más la edad de cotización, al fin y al cabo no estamos hablando de una revalorización en las cotizaciones de mercado (todavía las personas no cotizamos en bolsa), sino de un nuevo enfoque al sistema de pensiones.

El español medio dedica tres cuartos de su vida a trabajar, y dos partes de esas tres, las dedica a perder el tiempo en el trabajo. No es que seamos unos indeseables que no queremos trabajar, no, más bien lo que ocurre es que la producción que se obtiene en tan largas jornadas es inferior a la que consiguen otros en menos tiempo. Quizá fuera necesario plantear el trabajo no ya en términos cuantitativos sino cualitativos. Un trabajador puede dedicar un porcentaje elevado de tiempo a perderlo, pero también podía resolver emplearlo de manera más acorde con lo que se espera de él. Por poner un ejemplo: alguien debe dedicar ocho horas a resolver unos asuntos, esta persona dada su capacidad resolutiva puede solventarlos en cinco horas. Si se le permitiera abandonar el lugar de trabajo, o dedicar esas tres horas sobrantes a otras actividades más acordes con la necesidad de la producción, incluido el ocio, este trabajador habría conseguido minimizar el gasto energético para obtener la misma producción. Pues lo mismo se podía plantear en el cómputo total o suma de todas esas jornadas estipuladas.

La edad de jubilación se concierta en los sesenta y cinco años, en tiempos de la dictadura todavía resultaba obligado alcanzar los setenta para optar al descanso continuado, que no perpetuo. Hoy se pretende relanzar esa edad en busca de la proximidad por segmentos a la que aludo. Este tema deja de tener una significación económica para entrar de lleno en lo sociológico, pasa de la conceptuación de la necesidad, a la afrenta personal.

El país está mal económicamente, nadie lo duda, salvo el iluminado que tardó dos años en ver que los nubarrones que se acercaban no suponían una anochecida prematura. Éste, que no destaca por su percepción de la realidad, aún hoy instalado en la inopia intelectual más acusada, se atreve a vaticinar con sus dotes de oráculo, que esta primavera retrasada llegará cuando Marzo alcance los cien días en su calendario. La necesidad de tomar iniciativas determinantes aunque electoralmente perjudiciales, es algo que no se debe retrasar más que lo que tarda un concejal de urbanismo en corromperse. Las medidas drásticas que deben enfrentarse no pueden ni deben esperar en el congelador de una urna a que pase este bienio negro y se lleve con él los cinco millones de parados, el déficit descontrolado y los augurios mas siniestros que nos vaticinan todos y cada uno de los interlocutores sociales, económicos o de cualquier índole, real y testaruda. Mientras que llega la primavera representada en esos brotes verdes auspiciados por un daltónico oligofrénico que busca respuestas mirándose el obligo, será cuestión de ir poniendo las barbas a remojar, que las del vecino ya llevan tiempo empapadas.

Nos guste más o nos guste menos, la caja de las pensiones es de tamaño mediano, no es una caja de zapatos, pero tampoco la de Pandora donde cabían todos los males que el mundo pudiera sospechar. Esta caja sufre importantes pérdidas de contenido, y para conseguir mantener el equilibrio deseado, debe recibir el aporte constante de las contribuciones de todos aquellos obligados tributarios, que desean el día de mañana, ya casi ayer, ver recompensado su esfuerzo ayudando a darle desahogo a la dichosa caja. Lo ideal sería que esos cinco millones de parados comenzaran a moverse, pero como lo utópico y lo real no suelen casar bien, habrá que buscar otras parejas a esa necesidad de seguir manteniendo el equilibrio volumétrico de la caja de las pensiones.

Hace cuarenta o cincuenta años no existía este problema, la gente se dedicaba a trabajar y por consiguiente a cotizar. La economía sumergida no es peor que la ahogada, la primera mantiene el estomago caliente y a la gente en sus casas, la segunda asfixia al autónomo, a las pymes y termina por calentar la cabeza y sacando a la gente a la calle. Me explico, la economía sumergida proporciona trabajo pero no ingresa en la caja, la ahogada resta trabajo, produce paro y por supuesto tampoco ingresa. Bueno sí, ingresa durante un tiempo el IVA y otros impuestos devengados, pero en un escaso lapso temporal se declara la insolvencia del que no cobra lo que le deben y cesa de cotizar. Decía que hace unas décadas este problema era inapreciable, la gente cotizaba durante treinta o cuarenta años y luego se moría sin más. Obviamente la caja no albergaba problema alguno de solvencia, un largo periodo de años recibiendo el tributo, y apenas unos pocos soltando el lastre necesario para no verse elevada en exceso. Hoy ocurre lo contrario, la gente es reacia a buscar y sobre todo a encontrar un trabajo que le permita esa solidaridad impuesta con el Estado. Se recortan los años de actividad y para colmo de males, la población se ha acostumbrado a vivir más de lo que políticamente sería correcto y deseable para aquellos que manejan las cuentas públicas. Hemos alcanzado un grado de insolidaridad que sobrepasa el abuso. Nos dedicamos a permanecer de brazos cruzados quince o veinte años al cesar en la obligación laboral, somos capaces de estar todos esos años vaciando la caja de las pensiones sin mirar que hay una caterva cada vez más ingente de personas que solo necesitan cotizar siete años para tener el mismo derecho a la jubilación que nosotros.

Una cosa está clara, Zp no se atreverá a tomar la menor medida que haga peligrar la posibilidad de ser reelegido, pero o bien él, o el que le suceda, no tendrán más remedio que tomar el toro por los cuernos y afrontar un problema tan candente como es el de las pensiones, y si no hallan otra solución que subir la edad de cotización no tengo dudas de que lo harán. Por tramos como dije, sesenta y siete, sesenta y nueve, de manera voluntaria hasta los setenta y dos…

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