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La brutalidad policial

por el príncipe de las mareas

Eso de tratar de meterse en la piel de otro, amén de que lo hiciera el desquiciado del “Silencio de los corderos”, es algo que no le resultaría fácil a nadie. Yo no puedo hacerlo con un torero, porque jamás me he puesto delante de un toro con una muleta. Ahora bien, ponerse en el pensamiento de un agente de la autoridad que debe reprender una manifestación, disolver un grupo que no quiere cumplir el mandato legal o simplemente, tiene ganas de tocar las narices, eso sí puedo hacerlo.

                Brutalidad policial en Cataluña. Los que opinan así, jamás han estado delante de un toro, y menos delante de una turba enfebrecida que por un momento, es capaz de desear tu muerte. No, no cuento historias de brujas ni cuentos para atemorizar a los niños, esto es una realidad por muy temprano que se hayan levantado los votantes de la pachanga independentista.

                Tienes órdenes expresas de cerrar los colegios electorales, retirar las urnas e identificar a los responsables de ese conato de sedición. Antes, otros uniformados como tú, han recibido las mismas órdenes, solo que ellos serán los primeros en actuar y solo te llamarán a ti en caso de precisar tu auxilio. Ellos no solo no cumplen el mandato judicial, sino que te solicitan para que seas tú el que se enfrente a la turba. Sí, esos pacíficos ciudadanos que armados de una papeleta quieren ejercer su derecho a decidir. Pero la premisa es errónea, no hay tal derecho a decidir porque esto es un Estado de derecho, y las leyes están para cumplirlas. Las papeletas en unos casos son sustituidas por piedras, sillas, vallas o cualquier objeto contundente que puede abrirte la cabeza y dejártela como esa urna de la disputa. Otros, deciden insultarte, alentar a los demás contra tu persona, o incluso tocarte los cojones como lo han hecho algunos mossos. Ahora, te vez frente al traidor, al que te ha dejado tirado para que seas tú el que se parta la cara, que ellos están para evitar cualquier altercado, aunque sea desobedeciendo las órdenes y alineándose con los que pretenden atentar contra tu integridad física. En fin, que si no les partes la cara es porque tu profesionalidad está por encima de tus sentimientos.           

                Con el material antidisturbios que tienes por dotación: porras, pelotas de goma o gases lacrimógenos (todo ello aceptado y legalizado por la comunidad internacional) te enfrentas a los que portan piedras, cocteles molotov, mobiliario urbano… Aquí se trata de ser proporcionales, pero claro, al que te viene con las manos, no le vas a dar un guantazo, que eso es de tiempos pasados, así que usas la porra reglamentaria y reglamentada. Al que te arroja objetos contundentes, tratas de disuadirlo con las pelotas de goma (Cierto, a mi tampoco me gustan por que pueden producir un accidente desafortunado y causar una lesión no deseada) pero es lo que tienes. Alguna contusión se producirá, indiscutiblemente. ¡Ah, 900 heridos, ya, y cinco y el complementario en la primitiva! No sé, pero cuando en cualquier país del mundo la policía carga, no lo hace entregando un ramito de romero ni cantando Imagine de Jon Lennon.

                Bien, se ha hecho uso de la fuerza. Que yo sepa, el Estado está autorizado a usar de la coerción, es el único que goza de la potestad para usarla, y lo hace a través de sus Fuerzas y Cuerpos de Seguridad. La Policía nacional y la Guardia civil, han sido las encargadas de llevar a cabo este uso de la fuerza, que por cierto no les ha acompañado en ningún momento. Bueno, en realidad, tal vez se haya dado un caso aislado y que deberá depurarse con la sanción correspondiente al agente caso de constatarse el hecho. Me refiero a esa mujer que denuncia que le han partido los dedos, y que a la vista delas imágenes, podría haber sucedido.

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