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A vueltas con la Patria

por el príncipe de las mareas

Honestamente pienso que este país no es más que la consecuencia de sí mismo. Está muy bien eso de buscar enemigos fuera, allende de nuestras fronteras ¿pero en realidad cuales son nuestras fronteras? En mi época, España limitaba al norte con el Mar Cantábrico y con los Pirineos, al Oeste con Portugal y al Sur con toda África. Ahora los límites no están definidos, lo mismo puedes limitar con la M-30 que tener frontera con el arroyo que pasa por tu pueblo. Nos hemos ido acostumbrando que eso de una grande y libre, fuera una acuñación franquista con unas connotaciones segregacionistas, excluyentes y que solo asfixian las aspiraciones legítimas de los pueblos a su autodeterminación.

Llegó la democracia y con ella el maná de las libertades, la resurrección de los ideales adormecidos y la culminación del despropósito. Se repartió el territorio patrio en cuadrículas al estilo de la África descolonizada, las diferentes etnias fueron asentadas en sus lugares de origen. Así, Murcia se separó del resto por ser los murcianos una estirpe única, como lo sería la Rioja, cuna de una etnia singular. Cantabria acogió con regocijo al pueblo montañés, que jamás había concurrido con Pancorbo o Pajares en aquello de las civilizaciones. Todo ello fue posible porque había que dar encaje a las aspiraciones nacionalistas, a esas naciones soberanas desde siglos atrás que habían adquirido un derecho a ser autónomas por la gracia de Dios. Sin ir más lejos, Galicia alcanzó su autonomía en los dictados de un gobierno en el exilio, como casi la alcanza mi tierra, si no llega a ser porque en el in pass de su aprobación, unos golpistas se alzaron en armas.

Una vez repartida la tarta de las desavenencias y aspiraciones más o menos legítimas, tocaba dotarlas de argumentos jurídicos para que pudieran gestionar sus designios. Se comenzó con la cesión de unos porcentajes del IRPF recaudado, se incrementaron esos porcentajes, se cedieron competencias sin abandonar los resortes de poder, lo que conllevó a unas duplicidades sangrantes que aún persisten. Se erigieron nuevos virreyes como en la época colonial, y éstos adoptaron los modelos absolutistas de Luis XIV –la petite patrie cést moi-, y se rodearon de asesores, consejeros, aduladores y toda una cohorte de carácter nepótico que aligerara las alforjas del contribuyente.

Tras tres décadas institucionalizando la corrupción, generando una ficticia economía a base de adobe enriquecido, donde la banca se ha transformado en el usurero del gueto judío de la república de Venecia, donde la casta política ha usurpado las prebendas a la aristocracia más rancia, donde a fuer de no querer ver se nos olvidó mirar ¿Qué queremos hacer ahora? ¿Defenestrar al gobierno? ¿Entregarnos en los brazos de la oposición-gobierno-oposición? Tal vez vaya siendo hora de repasar nuestra historia, no estaría de más ojear esas páginas escritas desde tiempos inmemoriales y asumir de una vez por todas, que somos lo que somos, porque nos hemos empeñado ser lo que no queremos ser.

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