Overblog
Edit post Seguir este blog Administration + Create my blog

Publicado desde Overblog

por el príncipe de las mareas

Está de moda, por no decir que anda en el candelero de los traumas más absolutos, el tema de los desahucios. La cuestión puede resultar asfixiante para el que los sufre, pero no deja de tener una doble lectura. Hace unos pocos años, justo antes del estallido de la burbuja inmobiliaria, había un colectivo sin formación, con una visión nula de futuro a medio plazo, y que se vanagloriaba de sus éxitos. No quiero ser injusto y meter en el mismo saco a todos los que en su día adquirimos un compromiso con el banco. De hecho voy a separar a los citados de los que no pertenecimos a la cofradía del ladrillo. Los que auspiciados por la bonanza económica se creyeron eso de la multiplicación del pan y los peces, la resurrección de los euros y el perdón de las hipotecas, se confundieron de plano. Sueldos que rompían la barrera del sentido común no podían durar más que lo que pueda hacerlo una ilusión envasada en una nómina. La vivienda ejerció la levitación y el vecino del quinto quedó soterrado, los bancos efervescentes de la borrachera de la construcción se solidarizaron con el sinsentido, y dispensaron préstamos como lo haría un pródigo. Pero tenía truco. Tal como un Shylock en el Mercader de Venecia, se reservaron la opción a esa libra de carne, una carne maltrecha, que una década después se ha visto abocada a dar con sus huesos en la calle. Luego están los otros, los que con el esfuerzo de toda una vida, se adentraron en el difícil y oscuro mundo de la hipoteca. Pertrechados de prudencia, investidos del sentido común, compraron acorde con sus posibilidades, amparados en su destino más o menos cierto. Estos son los que su situación resulta dramática, descarnada como debía haber quedado el pecho de Antonio si Shylock hubiera cumplido su propósito.
Para estar informado de los últimos artículos, suscríbase:
Comentar este post