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por el príncipe de las mareas

Título: LOS IDOS DE SATURNO.
Autor: © Jesús Delgado Morales.
© 2021 Editorial Seleer
info@editorialseleer.com
Impreso en España / Printed in Spain Impreso por EDITORIAL SELEER 2021
Maquetación: EDITORIAL SELEER
Diseño de Portada: LAURA DELGADO MAJADA
1ª edición
La Familia
Su padre era siquiatra, su madre la mujer más bella del mundo. Gabriel a los once años ahogó en la fuente del jardín a la pareja de periquitos de su padre, a los catorce mató con una escopeta de postas al perro de la familia; se llamaba Tom, y era un teckel negro de vientre castaño. Los hechos fueron encubiertos como un accidente de caza del propio siquiatra, infortunio acaecido cuando el animal le acompañaba en la práctica favorita de aquél, que combatía los males de la mente. Pese a vivir frente al mar, la natación no había sido uno de sus fuertes; sabía nadar eso sí, pero no con la destreza que se hubiera esperado dadas las circunstancias. La casa de dos plantas y jardín distaba de la orilla los metros suficientes, como para que las mareas no se pasearan ociosas por el salón. Era una casa lujosa, donde las comodidades aportadas por la madre habían sido sufragadas por los pacientes del padre. Gabriel sentía pasiones por ésta, era tal el poder de seducción que se diría un Edipo moderno. Las manías de su hijo no pasaban de largo para el doctor Ramírez, de hecho, siempre se detenían a saludar cada vez que se cruzaba con él: ya fuera en las escaleras que descendían hasta la arena de la playa, o en la puerta del frigorífico, cuando aquel destapaba un bote de zumo de melocotón. Había algo en Gabriel que no acababa de concordarle al padre, era como si estuviera viendo su futuro en una bola de cristal oscuro, demasiado oscuro par su gusto. En realidad, el muchacho nunca había tenido problemas de sociabilidad, su carácter introvertido no le había supuesto obstáculo alguno a la hora 8 de relacionarse con los demás y, sin embargo, para un especialista en la mente humana ciertos episodios se paseaban por el filo de la irracionalidad. Gabriel tenía amigos, unos cercanos y otros no tanto, apenas unos conocidos de la vecindad, pero entre los unos y los otros el muchacho pasaba sus días sin mayores expectativas. Se podría llegar a decir que solo Miguel le conocía bien
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