Todos somos iguales

La gente se pensaba que con la igualdad ya estaba todo conseguido. Bien, la igualdad ha llegado, se ha presentado en forma de histeria colectiva. Ahora todos somos iguales ante el virus. Ya no son necesarias manifestaciones que la reivindiquen, ni prostituciones del lenguaje con la paridad de género que solo lleva al desatino verbal. Ahora somos iguales por derecho propio, porque lo mismo se contagia una ministra que un diputado, o un taxista que una camarera. La igualdad se regodea entre los ancianos y las niñas, entre los que padecían patologías previas y los que estaban sanos sin el “gu” delante. Igualitaria es la incompetencia de los gobernantes: sean estos caseros o internacionales. Iguales los comportamientos de escépticos, eclécticos e hipocondríacos. Somos tan iguales, que todos vamos a morir. Unos por enfermos, otros por viejos, otros por accidente, otros por imprudentes y los que queden, porque algún día les tocará morirse de asco.