La momia de Franco

                Los personajes históricos albergan luces y sombras. La vida de aquellos está cuajada de actos repudiables, actos memorables y acciones que han trascendido a lo largo de la historia. Hitler, a pesar de ser un cabrón, incentivó a la economía alemana como nunca se había hecho. Pinochet, a pesar de ser un cabrón, elevó la economía chilena como no fue capaz de hacerlo Allende. El Cid, a pesar de ser un gran guerrero, era un mercenario de cuidado, al servicio de quien mejor le pagara. Isabel l de Castilla, a pesar de ser una devota consumada, se llevó por delante a miles de judíos, fue artífice principal en la victoria de Castilla sobre Granada, y debían olerle los pies porque se lavaba poco. Carlos II era muy sucio, un inútil de cojones, pero debía ser un verraco en la cama, a pesar de su incapacidad reproductora. Franco era un militar brillante, un cabrón de narices, un gran estratega, un asesino en serie, un enano de mierda, y un gestor bastante aceptable. Por todo esto, ¿Qué cojones nos importa cinco décadas después de su muerte, si era del Celta o lo entierran en La Condomina? Franco es un personaje histórico, y en la historia debe quedarse.