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La caja de Pandora

por el príncipe de las mareas

Cuenta la leyenda que un tal Prometeo, que era un tío avispado, se había echado al vicio del tabaco, y como no tenía fuego para encender los cigarrillos, pues se le ocurrió robárselo a los dioses. Estos pillaron un mosqueo olímpico y decidieron jugársela con la cuñada, que todavía no lo era. Prometeo tenía un hermano cortito de entendederas que se llamaba Epimeteo. Zeus que era el jefe de los dioses, aprovechando la ocasión le presentó al cortito Epimeteo, una moza de buen ver y demasiado curiosa para el gusto de su suegra. Total, que se casaron la Pandora y el Epimeteo. Alguien con muy mala leche le regaló a Pandora una caja que contenía todos los males del mundo: paro, enfermedades, Pedro Sánchez, el recibo de la luz… y solo una cosa buena: la esperanza. Bien, Pandora, que para eso era muy entrometida y un poquillo chismosa, allá que abre la caja aprovechando que el marido duerme y como era de esperar, se lío la se San Quintín. Todos los males salieron a escape de la tinaja-caja y se esparcieron por el mundo (a nosotros nos tocó una temporada Zpedro, pero pronto echaría a volar y no había dios ni humano que lo parara), fue tal el desparrame de males, que solo quedó en la tinaja la esperanza, cobijada en un rincón bajo un queso en aceite. Por eso, se dice que la esperanza es lo último que se pierde.

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