El terrorismo es cosa de muchos

Difícil casar intolerancia con razón, imposible consensuar vida y libertad con fanatismo. La sinrazón golpea cuando puede, no se para en mientes si ve la posibilidad de eliminar lo que no le gusta. Hoy, ayer y por descontado mañana, el fanatismo islámico ha vuelto a asesinar en nombre de su irredenta locura, ha vuelto a sembrar el terror propio de lo que son, simples terroristas que se escudan en una idea, en una religión o en una reivindicación de un cuento soñado, que no es más que una pesadilla prolongada en las quimeras del que cree que la vida es sagrada.

El fanatismo, la intolerancia, el radicalismo y el asesinato indiscriminado o no, no son cosecha propia del Islam. He conocido personas que profesan la religión de Mahoma y para nada comulgan con esta barbarie, que la censuran mirándote a los ojos. El terrorismo puro y duro no solo proviene de unos abyectos anclados en la Edad Media, ¿o es que los que se dedicaban a quemar iglesias y conventos durante la Guerra civil española lo eran?, ¿acaso los partícipes del fusilamiento de Paracuellos del Jarama, o los que asolaron Guernica eran musulmanes?, ¿lo eran los etarras que cargan en sus hombros 800 muertos?

Este mundo ha dejado de ser el hogar que creíamos que era, ya no podemos habitarlo sin pagar la renta que tan dispares caseros, nos han impuesto como fianza de arrendamiento: nuestra propia vida.