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Houston tenemos demasiados problemas

por el príncipe de las mareas

Los españoles, pese a no ser astronautas- si exceptuamos a Pedro Duque- tenemos un problema, un problema de coincidencia. Un problema de pudor mal concebido en un pueblo que inventó la picaresca, queda cuando menos ridículo, por no decir obsceno. Los pueblos se organizan más allá de la tribu, pretenden una asimilación de rasgos culturales que sin desligarles del resto de la humanidad, les dote de una seña propia. La primera acción es buscar un territorio donde asentarse, donde sentirse arraigado y que sustente sus pies, los sueños no precisan de suelo. Los pueblos se dotan de una simbología propia, ya se trate de un himno, una bandera, una lengua con los que hacen alarde de una identidad propia. España reúne estos requisitos precisos para ser un pueblo, pero adolece del valor para hacerlos visibles frente al mundo. Nos avergonzamos de ser españoles sin motivos más allá de la casta política que dejaría en vergüenza a un noruego, francés o camboyano. La bandera no es seña identitaria, lo es como connotación de exclusión al que la porta, el himno no tiene letra porque no hay redaños a componerla sin causar malestar entre las propias filas de la estulticia fratricida; no tenemos una voz en el exterior por que aún no hemos superado los reinos de Taifas.

Cataluña no es el único problema que tenemos los españoles, también lo son las vascongadas y lo serán Canarias y Galicia o Navarra. La crisis de identidad no es nueva, es antigua, viene de largo. Tal vez se deba a que llevamos demasiado tiempo compartiendo casa, puede ser que tantos años de convivencia nos haya producido una sensación de endogamia que nos produce cierto sabor incestuoso. Los pueblos precisan de unos dirigentes que marquen el rumbo de nuestros sueños, que los hagan realidad a ser posible en paz y armonía, y si éstos no son capaces o no quieren, lo mejor que podían hacer era cesar, largarse y dejar que sea otro el que tome las riendas de un pueblo tan falto de doma como de cariño. Sí, los españoles somos un pueblo desafectado, un pueblo cainita que no parará hasta que todos los abeles que lo conformamos, caigamos bajo la quijada de nuestros propios hermanos

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